Opiniones

La escasa sensibilidad de la Junta de Castilla y León con el medioambiente



 

 

 

En la reciente Cumbre Mundial sobre Cambio Climático, auspiciada por la ONU en Montreal, Estados Unidos ha aceptado tímidamente iniciar el diálogo, lo que supone un punto de inflexión en su política de «negación de la evidencia» frente a este importante problema. Es manifiesto que desde hace tiempo los grandes poderes han eludido asumir los resultados de los estudios científicos que lo demostraban, como estrategia para favorecer el retraso en la toma de las decisiones adecuadas. El menosprecio a los primeros avisos serios ha sido protagonista de los más graves acontecimientos de la historia humana en nuestra turbulenta relación con el planeta (DDT, capa de ozono, extinción de especies...). 

En Castilla y León los problemas medioambientales despiertan escaso interés entre muchos responsables políticos. Su principal inquietud consiste en reclamar la ampliación de los cupos de emisiones, en lugar de proponer las medidas oportunas para invertir la situación actual. Parece más rentable alentar necios instintos localistas y crear enfrentamientos artificiales entre ciudadanos de regiones diferentes, que trabajar para resolver los graves problemas que preocupan realmente a un creciente número de personas, como son la situación de deterioro galopante de las condiciones de vida (contaminación, tráfico, urbanismo salvaje...) y de la naturaleza y sus valores asociados. Así resulta difícil de comprender que responsables medioambientales pidan de forma insistente la construcción de una presa de dudosa funcionalidad, como muestran informes técnicos rigurosamente documentados, o una estación de esquí que atenta contra el sentido común. Para ello no dudan en aludir a intereses regionales, poniéndolos en peligrosa contraposición con el medio ambiente. Pero a la región le interesa su medio ambiente, como paradójicamente se comprueba en los folletos turísticos oficiales. 

La proliferación de embalses sin un propósito claro, que promueve el importante sector de la construcción, ligados con frecuencia a planes de regadío de productos excedentarios, son políticas atávicas heredadas de otros tiempos que denotan escasez de ideas. Existen muchas razones científicas por las que una presa como la de Castrovido no puede ser bendecida desde el punto de vista ambiental. El eminente Profesor Fernando González Bernáldez explicaba detalladamente, antes de su desaparición, los inconvenientes e interferencias que puede provocar la construcción de un embalse: la interrupción del movimiento natural de los peces y otras especies, el aumento de la evaporación, que conlleva la pérdida de agua y la salinización, el impacto sobre monumentos, yacimientos y paisajes históricos, el desarraigo de los habitantes, la interrupción de las vías de comunicación, la pérdida de suelos de interés agrícola y de valores paisajísticos o de conservación de la naturaleza en el área inundada. En fin, una serie de efectos no livianos que desaconsejan que pueda ser construido con un pretexto medioambiental.

 
Hace quince años, un puñado de ciudadanos conscientes del valor de su tierra, consiguieron en desigual contienda que no se construyera el embalse de Vidrieros, en el valle de Pineda, corazón de lo que poco después sería el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente el Cobre (Palencia). Cuando por fin este magnífico Espacio Natural, sin duda unos de los más valiosos de la Península, parecía estar a salvo de los intereses especuladores, en el 2005 la Junta Rectora ha aprobado la modificación de siete artículos del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de dicho Parque. Estos artículos resultaban incompatibles con la construcción de la estación de esquí de San Glorio, recientemente proyectada en una amplia extensión entre las provincias de Palencia y León. Es incoherente que la Administración proponga espacios naturales para la Red Natura 2000, mientras al mismo tiempo favorece directa o indirectamente su degradación, promoviendo estaciones de esquí como ésta o como la de La Covatilla en el Espacio Natural de la Sierra de Candelario (Salamanca), contrarias a los compromisos internacionales adquiridos.
 

Volviendo a la problemática de los ríos, debemos conocer que nuestros bosques de ribera encierran una gran diversidad biológica. En un recorrido de un kilómetro, una persona con experiencia puede detectar hasta 40 especies de aves. El 24 de enero del 2000 se publicó en el Bocyl el Convenio Específico de Colaboración entre la Universidad de Valladolid y la Consejería de Medio Ambiente para la realización del estudio integral de las riberas sobresalientes de Castilla y León, que sirvió de base para su propuesta como Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) para la Red Natura 2000. Pues bien, en el estudio de campo correspondiente se comprobó que las dos principales amenazas que padecen los bosques de ribera son la fragmentación, que afecta al 57% de los tramos estudiados, seguida por la sustitución del bosque natural por choperas cultivadas, con el 42% de riberas afectadas que han desaparecido en amplias zonas, como en gran parte de las cuencas del Carrión o el Esla. Es innegable la necesidad de realizar plantaciones de chopos para la producción de papel o de madera blanda, pero no debe ser a costa de las ripisilvas naturales, de la fauna y flora que encierran, ni de la pérdida de su valor para el disfrute ciudadano. En este contexto es comprensible la decisión de la Confederación Hidrográfica del Duero, de interrumpir los consorcios para la plantación de cultivos de chopos en los márgenes fluviales, puesto que es el organismo que debe velar por la protección del dominio público hidráulico. Un cultivo de chopos que sustituye a un bosque de ribera natural, una estación de esquí que modifica una montaña y atenta gravemente contra el Plan de Recuperación del Oso Pardo -la especie en peligro de extinción con más responsabilidad por parte de nuestra comunidad autónoma-, o un embalse que anega un valle, no deberían ser reivindicados desde estamentos cuyo principal cometido es la conservación del medio ambiente regional, porque esta actitud atenta contra su función de tutela del patrimonio natural.

 

 

Alfonso Balmori, biólogo

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